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LA RUTA DE LA LANA
La domesticación de la oveja se inició en el sudoeste de Asia (en el área conocida como “la medialuna fértil”) hace unos 10.000 años. Y no pasó mucho tiempo antes de que su lana se empezara a utilizar en la confección de tejidos. Al principio, las técnicas de tejido eran similares a las que se utilizaban, desde hacía tiempo, con el lino y algunas otras fibras vegetales. Pero, al cabo de un período relativamente breve, el procesamiento de la lana incorporó un nuevo paso que aumentaba la resistencia y la versatilidad de los productos realizados con ella: el hilado. El hilado y tejido de la lana de oveja es, quizás, la secuencia de procesamiento de materias primas más antigua que existe, y a pesar del tiempo transcurrido, los aspectos esenciales de esa secuencia han cambiado relativamente poco. Es cierto que la invención y el desarrollo de las ruecas permitieron un aumento sustancial en la velocidad y eficiencia del hilado, pero las diferencias entre una madeja de lana producida con la más moderna de las ruecas industriales y otra hilada manualmente con un huso, son pocas.
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Lo que no se mantuvo constante, en cambio, fue la lana. A lo largo de esos diez milenios, la producción de ovejas se expandió desde aquel rincón de Asia, a buena parte del mundo. Y sus responsables dedicaron una enorme cantidad de esfuerzos a seleccionar los planteles y a buscar animales que produjeran, cada vez, un volumen mayor y una mejor calidad de lana. Con el paso del tiempo, la lana de oveja se convirtió en un material prácticamente irremplazable para la confección de prendas de abrigo. En algunos sitios, se siguieron hilando lanas o pelos de otros animales que, por su estructura o su espesor, competían (muchas veces con ventaja) con la de oveja, Pero se trata, en casi todos los casos, de producciones pequeñas, basadas en la explotación de poblaciones locales y, en muchos casos, silvestres (algunos de los ejemplos más destacados son: las alpacas, las vicuñas, las cabras de Kashmir y Pashmina y los antílopes chirú -de los que se obtiene el legendario shahtoosh).
La primacía de la lana de oveja no fue puesta en duda sino hasta las últimas décadas del siglo XX. Entonces, la aparición de una nueva generación de fibras sintéticas de estructura y aspecto vagamente similares al de la lana, hechas a base de poliéster y tejidas en máquinas circulares (genéricamente conocidas como “polar”) impulsó la confección de mantas, prendas de abrigo y accesorios que podían competir con los de lana. Eso contribuyó a provocar una baja muy significativa en el precio de la lana, y a partir de 1970, el tamaño de los rodeos ovinos se redujo de manera continua y sostenida en la mayor parte de las áreas tradicionales de producción. En la Patagonia, en dónde se concentraba más de dos tercios del total de animales, esta tendencia parecía conducir al fin de la que había sido la actividad agropecuaria más importante de la región durante más de un siglo. Pero afortunadamente, en los últimos años la lana –y sobre todo, aquella que puede dar cuenta de la calidad de los procesos con que fue obtenida- ha recuperado parte del terreno perdido.
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